jueves, 16 de febrero de 2012

Buenos indicios

  • Caso Sacal
La captura e ingreso al reclusorio Oriente de un empresario que agredió a un valet parking en la zona de Las Lomas a fines del año pasado, es un buen mensaje de la autoridad de la ciudad de México a la población en general, en particular, porque demuestra que ningún riquillo imbécil puede sentirse superior, ni mucho menos agredir e insultar a cualquier otro mortal que sólo tenga para medio comer día a día, en el país que Calderón prometió de igualdad, empleo,  educación, manos limpias y otras tantas mentiras que nuevamente se volverán a replicar en el actual proceso electoral.
El arribo del nuevo procurador al DF, Jesús Rodríguez, es un aliciente en pro de los derechos civiles de los capitalinos, sobre todo, porque en las próximas horas se prevé que se dicte la condición jurídica a la que quedará sujeto el empresario Sacal; que, ojalá sea para que cumpla sus respecticos ocho años de prisión a los que se hace acreedor por su prepotencia, ignorancia y estupidez que su dinero lo ha llevado a creer que puede hacer sin que sea castigado.
Lo lamentable del asunto es que la persona agredida por el riquillo Sacal, no haya procedido jurídicamente en contra de su agresor, seguramente cociente de la influencia que el dinero de este pendejo tendría frente a la autoridad, sin embargo, nuevamente las redes sociales vuelven a jugar en papel importante en el ejercicio del cumplimiento de nuestra Carta Magna, donde se señala que nadie tiene derecho a discriminar ni agredir física ni verbalmente al prójimo, como el riquillo idiota de Las Lomas, de origen libanés, lo hizo contra nuestro compatriota al llamarlo indio, e insultarlo y agredirlo físicamente, como se muestra en un video de amplia difusión. Seguramente que la ignorancia del pendejo de Las Lomas, ni tan siquiera le alcanza para comprender que nuestra raza india de la época prehispánica  es de una inmensa riqueza cultura que se necesitan varias generaciones para estudiarla y comprenderla.
Desafortunadamente, la actitud del empresario Sacal es el reflejo de lo que sucede en nuestro país, donde las personas que amañadamente hacen dinero bajo las influencias políticas que los cobijan, se sienten impunes ante cualquier delito, como lo han hecho el señor textilero que llamó precioso al ex gobernador de Puebla, o, el hijo de otro empresario que recientemente baleó a bordo de su Lamborghini un centro de diversiones en Reforma, entre otros tantos casos que sólo quedan registrados en el anecdotario dela impunidad diaria.
Escuchando y leyendo las últimas noticias que aquejan al señor Sacal detrás de las rejas, al invadirle la depresión, la tristeza y la reflexión, creo que sería buen momento para que se cultive e inicie leyendo la metáfora con la que ahora –creo- podría identificarse, plasmada hace algún tiempo por León Tolstói en La muerte de Iván Ilitch, que versa sobre la cúspide del éxito laboral de un funcionario del Imperio Zarista, que se trunca al reflexionar sobre el declive familiar que lo aqueja en pleno status quo. La metáfora resulta más ejemplar cuando el burócrata se golpea la cabeza y cae desde lo más alto de una escalera y, del éxito laboral-social, en un declive familiar, de salud, social y laboral, para pasar sus últimos días en una agónica reflexión sobre su soledad; después de estar rodeado en un influyentismo social.
Sé que el ramo del señor fecal no es burocrático sino empresarial, pero creo que el ejemplo anterior no dista mucho de su realidad; claro, sin desearle el final trágico de Iván Ilitch, simplemente, que pague con los años de cárcel que se ganó por el delito que cometió. Y ya.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Conciencia

Que las cuatro estaciones del año: frío, calor, lluvia y viento, se presenten cualquier día del año no es común ni coincidencia, ni mucho menos ocurrencia o capricho de la naturaleza, por el contrario, se debe a la insoportable inconciencia del mortal ser humano, encargado de la depredación de su entorno.  Ayer cuando iba rumbo a mi hogar, por la ventanilla del colectivo observaba a una dama que iba en el asiento del copiloto de un auto particular, que atentamente miraba unos documentos que sostenía en sus manos, a la vez que con desesperación inhalaba el humo de un Marlboro que estaba en estado de agonía y aun así insistía en aspirarlo, para posteriormente arrojar lo que quedaba de él por su ventanilla casi a la altura de mi rostro, con un gesto de indiferencia.

Enseguida traté de encontrar algo más importante y significativo que el medio ambiente, como para tener esa indiferencia ante él. Mi búsqueda fue frustrante pues al tratar de encontrar repuesta, recordé que unos días antes, al caminar por las librerías de viejo en Donceles, otro copiloto de una camioneta Hummer había lanzado también una colilla de cigarro por el quemacocos. Pensé en inmortalizar la imagen, pero no había cómo, salvo con mi memoria.

Desde hace un tiempo vengo leyendo, pero sobre todo observando nuestra insoportable inconciencia para seguir arrojando diferentes objetos a la vía pública, comprar agua embotellada cuando podríamos rellenar un recipiente diariamente en nuestro hogar y cargarlo a nuestro lugar de trabajo, o la pereza para separar los residuos orgánicos e inorgánicos, entre muchas otras pequeñeces que harían la diferencia para paliar la sequía que hoy se vive en el norte del país, principalmente para nuestros hermanos tarahumaras de Chihuahua, que durante años han sido marginados y relejados al sector del olvido, salvo la agonía que hoy los sacó a flote en televisión.

Referente al tema recuerdo una obra que me intriga y que no he podido conseguir ni leer, creo porque no le he dedicado el tiempo suficiente, es: El hombre que plantaba árboles, de José Gaos. Hasta donde tengo entendido, se trata de la historia de un hombre que después de la segunda guerra mundial dedicó su vida a sembrar árboles en una zona que había sido devastada por los bombardeos enemigos, hasta que consiguió ver reflejado su trabajo en un hermoso bosque; que a la postre, seguramente, las nuevas generaciones olvidaron y volvieron a devastar, como ahora sucede con los pequeños espacios verdes que nos cobijan en la infraestructurosa capital de México.
De acuerdo al panorama no muy alentador para el futuro,  tuvimos que haber empezado desde hace mucho a tomarnos muy en serio el cuidado   del medio ambiente, empezando por el almacenamiento y reciclaje del agua, el ahorro de la energía eléctrica y, sobre todo, la fomentación de valores y principios a las nuevas generaciones, como un grupo de jóvenes lo piensa hacer en una Expo Conciencia a mediados del próximo mes en la zona del Ajusco; de lo cual estaremos hablando con mayor detalle para el próximo filo. Mientras tanto, a concientizar y reciclar.