sábado, 31 de diciembre de 2011

Colectivo

Hace más de medio año inicie un trabajo periodístico referente al transporte público en el DeFectuoso; sin embargo, otros proyectos me distrajeron del reportaje gráfico que tenía pensado titular Colectivo. Espero el próximo año, o algún día de cualquier otro año, concluir el trabajo, pues en una charla con el excelente  fotoperiodista que es Pedro Meyer, decía: en ocasiones se lleva años concluir una historia en imágenes. Mientas, dejo lo que considero sería parte del trabajo.
Ayer, Pedro Valtierra, el chingon de Cuartoscuro, señalaba que le óptica del ojo se construye a  través de la conciencia social, como las atrocidades y atropellos  del 2011: caso ABC (muerte de niños en  una guardería), y el casino incendiado en Monterey (Royale).

Con los mejores deseos para el próximo año, seguiremos en la misma línea crítica.
¡Salud!


































miércoles, 28 de diciembre de 2011

Historias de taxista

El presente título nada tiene que ver con la rola de Arjona, El taxista, ni tampoco es fuente de inspiración para las siguientes anécdotas, pues ellas tienen a su propio autor e historia, y se construyen por sí solas, gracias a la experiencia del tío Juanito a bordo de su vocho-taxi durante 16 años sobre el asfalto de la ciudad de México.

A pesar de conocer por más de un lustro al tío Juanito, jamás imaginé encontrar un libro de relatos en él, hasta que una reciente noche comenzó a revelarme las anécdotas que le hubiera gustado grabar, similares a las que Cristina Pacheco busca y publica todos los domingos en la última página de La Jornada, o, las imagenes que un fotografo -del cual ahora no recuerdo su nombre- captaba al interior de su taxi en los 70-80 en Nueva York.

El tío se lamenta de no haber portado una grabadora en su vocho-taxi como evidencia fehaciente de sus anécdotas. Después de escucharlo le propongo que las escriba para hacerlas públicas. Rechaza la propuesta e insiste en su descuido de la grabadora. Le advierto que un servidor hará lo propio con sus relatos, tratando de no omitir detalle de lo que mi mente vaya registrando, aunque también me lamentó de no poner a grabar el celular para no perder registro de cada emoción que le imprime a cada palabra.
  • Contravocheando
“Ese día salí de mi hogar como cualquier otro, del estado de México al DF, para poder “levantar” pasaje. Cuando circulaba por una avenida principal del estado de México, llamada Carmelo Pérez, al cruce, si no mal recuerdo, con avenida Chimalhuacán, un tipo me hizo la parada. Observé que ninguna patrulla me viera para poder subirlo, pues sólo tenía permiso de cargar pasaje en el DF.
Antes de subirlo me peguntó si lo podía llevar a la terminal de autobuses Tapo. Le respondí que sí. Me dijo que primeo teníamos que pasar a su casa por unas cajas, que después me confesó contenían un motor.

Cuando íbamos rumbo a la Tapo me reveló que su destino era Las Lajas-Veracruz, y enseguida me preguntó si me atrevía a llevarlo hasta allá. Con todo gusto, siempre y cuando la paga sea buena, le respondí. Entonces pasamos a llenar el tanque, para salir por Zaragoza rumbo a Las Lajas-Veracruz, con el riesgo de ser multado por la policía federal, ya que cuando un taxi sale a cualquier punto del interior de la República tiene que tramitar un permiso; cosa que yo no había hecho.
Aún emocionado, me cuenta: cuando pasamos una caseta después de Puebla, bajamos a orinar, pero cuando pretendíamos continuar, una llanta estaba ponchada. Me lamente de haber aceptado la propuesta pues recordé que no llevaba llanta de refacción y que podía ser multado por la federal. No se apure jefe, ahorita le ayudo a cambiarla, me dijo.
El cuate -del cual no supe si le proporcionó su nombre o el alias- se ofreció a reparar la llanta en un poblado cercano que se observaba, cuenta. No tardo en regresar con una llanta casi seminueva. Cuando le pregunté dónde la había conseguido y a qué precio, me señaló un almacén de chacharas donde nadie atendió a su llamado, por lo cual tomó la llanta seminueva dejando a cambio la que se había averiado. Me ayudó a cambiar la rueda, y antes de partir regresó por mi llanta que había dejado a cambio de la que ya habíamos puesto.

Antes de arribar a su pueblo entramos por un camino de terracería, donde estaba apostada una patrulla de la policía federal, la cual ni pio hizo cuando nos vio entrar. Continuamos por un callejón hasta llegar al final del mismo, topando con un gran zaguán, donde un tipo con una pistolata bajo el brazo, bruscamente me preguntaba qué se me ofrecía; sin embargo, al ver que mi pasajero se asomaba y le hacia señas, abrió la puerta mientras me apresuraba a entrar. ¡Rápido, rápido!, decía.
Fue en ese momento cuando empecé a ponerme más nervioso y a sospechar que estaba metido en un lío de drogas. Tenía miedo que fuera a llegar la policía, o, que me acusaran de trasladar droga. El cuate me preguntó cuánto le iba a cobrar, pero antes de responderle sacó un fajo de billetes y me entregó 2 mil pesos. Me preguntó si así estaba bien, a la vez que me entregaba más billetes según para pasar a comer y saldar mi cajetilla de cigarros que había consumido desde el punto donde lo recogí. Me decía: ahorita le pago su cajetilla de cigarros jefe. Y así fue.

Antes de despedirnos se ofreció a acompañarme a comer; después se arrepintió, me compró dos tortas y me despidió.
Cuando iba por el punto por donde había entrado, la patrulla seguía en el mismo lugar, pero en esta ocasión, los policías sonrientes casi me decían adiós. Las demás patrullas que observé a mi regreso, todas me ignoraron.
A quién habré trasladado y qué habrá llevado…  ¿te imaginas?

jueves, 15 de diciembre de 2011

México bárbaro

  • México corrupto
La corrupción en nuestro país en un lastre que se viene arrastrando desde hace mucho, al grado que se ha convertido en un trámite más para concluir casi cualquier proceso administrativo, como hace poco que llevé a verificar un auto que no es de mi propiedad: confiado en que un experto había verificado las condiciones del vehículo, decidí pasarlo sin pagar el famoso brinco; sin embargo, el holograma requerido para su circulación diaria me fue negado, debido a unos muy pocos puntos que rebasaban la emisión de  humo, a pesar que visiblemente otros carros en malas condiciones sí aprobaban la prueba.  Tuve que platicar con el gerente y explicarle que ya había verificado las condiciones mecánicas del auto. Después de meditarlo me extendió un vale de 170 pesos que tuve que pagar en la caja para que el vehículo nuevamente fuera sometido  a la prueba, con saldo, ahora sí favorable.

 La semanada anterior, nuestro país fue vergonzosamente calificando por Transparencia Internacional con un horroroso 3 en asuntos de corrupción, en una escala de 1 a 10, donde diez es el menos corrupto, y 1 el más corrupto.  En un rango de 150 a 160 países, ocupamos el lugar número 100; o sea, muy cerca de los países más corruptos del orbe. El análisis señalaba que la última década de administración PANista, en vez de mejorar, hemos empeorado, a pesar que los salarios de los altos funcionarios se han incrementado, como es el caso del licenciado Calderón, quien recientemente se publicó que es el “presidente” mejor pagado del mundo, por arriba de Barak Obama, Angela Merkel, y otros mandatarios que gobiernas naciones desarrolladas y sustentables, como no es el caso de nuestro baleado y ensangrentado México.
La calificación reprobable de nuestra nación frente al mundo, tiene sentido después que nuestra clase política empieza a revelar su abismo de ignorancia respecto a temas trascendentales y fundamentales del día a día de la población general; ejemplo, no poder citar por lo menos un libro que haya marcado su trayectoria profesional, o, ignorar el costo de la canasta básica, a la que ocupan como estandarte de bandera cundo quieren roer un nuevo hueso del erario.

El costo social de la ineficacia política en nuestro país, recae en la parte más vulnerable de la población, favoreciendo a quien más dinero invierta en la artimaña para chingar al prójimo. En los últimos días dos valedores han sido víctimas del lastre de la corrupción. El primer de ellos tuvo que recatar a su pareja del MP, antes que fuera consignada al reclusorio femenil, pues infamemente fue acusada de haber hurtado cosméticos de una tienda Walmart, después que en la salida del centro comercial fuera despojada del tiket de compra y amedrentada por policías; tuvo que soltar cerca de 20 mil para evitar la infamia. El segundo, es un amigo a quien estimo mucho y a quien le tengo un gran aprecio, no solo por su trayectoria profesional, sino también por su labor social. Me enteré que fue acusado de extorsión por tipos que tienen antecedente delictivos con ingreso a diferentes reclusorios por la modalidad de robo. Sin embargo, los dichos de los hampones, a pesar que no son imputaciones directas, lo han mantenido más de tres meses tras las rejas. Se prevé –y ojalá así sea- que en los próximos días salga absuelto, siempre y cuando los de por sí lentos trámites burocráticos, no se demoren aún más, para dejar de pagar los 5, 10, 15 y hasta 300 pesos, para poder comer, correr, recibir visita, entre otras cosas, al interior del R. Oriente.
Hace 100 años en un libro se documentó el México Bárbaro de esclavitud y corrupción de ese entonces, encabezado por Porfirio Díaz; la obra fue escrita por el periodista John Turner. En pleno siglo XXI, la obra puede ser leída como el México contemporáneo, con la nueva modalidad de las tiendas de raya, convertidas en tiendas de autoservicio y sucursales bancarias… Por fortuna, la obra de Turner es leída en primaria (debería de ser obligatoria); me consta porque una sobrinita me cuestionó al respecto. Sin embargo, el libro no es recomendación de la SEP, sino acierto de su profesor.

Con aprecio y admiración a mi amigo JCRC, El Tío.