miércoles, 26 de enero de 2011

Chale con la REA

No acababa de entender la mutilación de la “ch”, que tanto nos ayuda con el chale, y “ll” al alfabeto español, entre otros cambios a prefijos, tildes y letras causantes de gran confusión, como “b” y “v”, propuestos por la Real Academia Española (REA) en el cierre del 2010 en la FIL  de Guadalajara, cuando tope con la objeción del lingüista de la UNAM, Luis Fernando Lara, quien afloró lo turbio de la propuesta al exhibir que la decisión se debe al número de subsidios que recibe la REA de diferentes instituciones privadas y públicas, como Repsol o Telefónica, a las que posteriormente tiene que ceder con un lenguaje favorecedor para el mercado, como el cambio de la “v” de vaca a “uve”, que privilegiaría a un banco español que utiliza en su nombre “uve” (BBVA). Sin embargo, “El lenguaje no se puede imponer; las sociedades son las que lo hacen y le dan sentido”, refutó el Dr. Lara, quien heroicamente desde hace más de tres décadas ha venido coordinado el Diccionario del español usual en México, con un equipo cien por ciento mexicano –como el pulque y tequila - del Colegio de México.
La obra contiene alrededor de 2 millones de palabras del español que se utiliza de Chiapas a Tijuana; o sea, toda la República, con definiciones propias de la cultura prehispánica que hemos heredado en un lenguaje “florido” que da existencia al albur, que de gran creatividad verbal requiere para el juego de palabras. 10 mil palabras más están bajo proceso de “uso social”.
El flagelo de la REA me parece inverosímil al recordar la novela del inglés Simon Winchester, titulada El profesor y el loco, donde hace un relato de la confección del Oxford English Dictionary (OED), obra clave de la lexicografía en lengua inglesa, que se lleva a cabo mediante una convocatoria general, con las participación de miles de voluntarios (entre ellos un loco militar-médico de los EU), a quienes le lleva conformar por más de 70 años, para 1928, los doce primeros volúmenes “del tamaño de lápidas” del OED, considerado por los británicos como una obra verdaderamente monumental, con pocos argumentos serios en contra, que para el mundo entero sigue siendo la máxima expresión del arte inglés: un símbolo.
La obra de Winchester se ve muy lejana con el Diccionario de la Real Academia Española, y probablemente, con más posibilidades para el… del español usual en México.
La mutilación al lenguaje español propuesto por la REA, que tuvo que ser aprobado por 22 Academias más de la Lengua Española, al final solo-sólo quedó como opcional; es decir, quien quiera poner tildes al léxico demostrativo, que lo haga y, quien no, pues que no lo haga. ¿Qué? Sí. Así de clara la última aportación de la REA.
Si el maestro Delibes aún respirara (1920-2010), creo, refunfuñaría  desde su pódium en la REA para salvaguardar su lenguaje rural y provinciano ante cualquier mutilación.

miércoles, 19 de enero de 2011

Presagio

El oficio ha provocado mi temprana alerta en materia de desmemorización.
Constantemente escucho, veo y leo que la precariedad en el recordatorio de nombres, puede ser el temprano aviso del mortal Alzheimer.
Casi siempre que arribo al paradero de transporte colectivo del oriente de la capital, me asomo al puesto metálico del Alex para ver si ya llego, sin embargo la mayoría de las veces aún no lo hace ni lo hará. Dos tardes antes de los festejos del nacimiento de Jesús, me percate que ya estaba instalado –cosa rara- y no dude en ir a echarme un clavado al charco de libros que mantenía sobre el asfalto. Él me mostraba los best seller, mismos que trataba de ignorar con un poco de cortesía para seguir esculcando en los que estaban más rezagados, como algunos de Paco Ignacio Taibo II y otros más que no recuerdo, haciendo honor a la primera línea del presente. Cuando estaba a punto de despedirme, me estiro la mano con un tabique, por el cual me sentí atraído como fierro viejo hacía un imán. Tome en mis manos un libro que al instante me agrado por su diseño, de más de 500 páginas, titulado La misteriosa llama de la Reina de Loana, por Humberto Eco, de quien hasta el momento sólo he leído Cómo hacer una tesis. La química fue mágica pues tarde algún tiempo contemplándolo de un lado a otro. Sabía que algo teníamos en común. Conforme iba leyendo la parte posterior de su portada, iba creyendo conocer al personaje principal de la historia, a pesar de que me duplica la edad y que hasta el momento no tengo una hija. Tenía ganas de sentarme en el pavimento, no importando los albures de los microbuseros, y leer de una buena vez todas esas hojas que contemplaba con cierta agonía e incredulidad, pero Alex auguro mi escases económica y candongamente hizo retirar de mis manos aquel imán del que yo no quería desprenderme. Lo seduje para que lo dejara en mí, con un pago inicial del 70 por ciento, pero como se había dado cuenta de nuestra intimidad, exigió el total de su costo. Le advertí que al día siguiente regresaría por él, a la vez que le mostraba cierta antipatía por no dármelo, sin embrago, me ganaba más la nostalgia por dejar abandonado en ese cuartucho laminado a un cómplice. La tarde del siguiente día mi presencia fue puntual frente al resguardo de alguna de mis extremidades, sin saber hasta el momento y a lo mejor nunca, cuál de ellas, pero Alex había cumplido con la estadística: faltar. Enseguida le marque por el móvil para saber cuánto tiempo lo tenía que esperar. Para su fortuna, se encontraba haciendo lo que casi siempre o siempre, lo ausenta de la venta de libros: jugando al frontón con raquetas en un ex balneario Olímpico.  Ganas no me faltaron de patear su viejo puesto para huir con lo que sentía que me pertenecía, pero no lo podía hacer por los choferes que siempre juegan a las maquinitas de aun costado, y son sus cuates. Mi resistencia había sido colosal las 48 horas sin lo que ahora no podía desprenderme, no obstante que la del Imán se quebrantaba poco a poco y aún más, porque Alex a primera hora del tercer día me llamaba para saber la hora en que pasaría por lo mío. Ahora trate de hacerme un poco el interesante, diciendo que tenía trabajo en la oficina y no sabía la hora en qué terminaría. Volvió a insistir en que me esperaría por la tarde. No pude resistir más y le dije que llegaría en punto de las tres. La cita fue puntual, con un pago ahora del 20 por ciento más del inicial. Subí al colectivo correspondiente, desde donde ya no pude dejar de mirarme en la obra que no solté de mis manos, hasta el estante de libros en mi hogar, con cierto… no sé qué, que me hace inquietar. No cabe duda que la incertidumbre es la agonía perfecta.

jueves, 13 de enero de 2011

Paz, la-chingada y Yo... sa

La Chingada fue ubicada por nuestro Nobel de literatura, Octavio Paz, en la Nada, sin contenido y hueca. La palabra tiene diferentes connotaciones para los hispanohablantes. En México su significado es innumerable.
El efecto de la palabra –creo- es la liberación de los miedos que nos oprimen, al mandarlos al limbo, que es lo más parecido a la nada, donde los enfrentamos sin el pudor que nos encadena el protocolo público. Es la cúspide del lenguaje visceral que nos permite cruzar lo franja de lo prohibido, para desinhibirnos de los complejos que nos chingan, cuando la ebullición de nuestros sentimientos necesitan una válvula de escape. Su consuelo y refugio son literales.
Pienso en la-chingada como un confidente de sexo indefinido que roe en las entrañas, a fin de desenmascarar la hipocresía de la comedia frívola social, que conciente-inconciente se mantiene sobre el filo del sueño y la realidad.
Ahora con el tercer galardón del Nobel en letras para América Latina, Vargas Llosa dio un nuevo matiz a La Chingada con su definición sobre literatura, al señalar de manera plural que: Son las insuficiencias de la vida. Imagino que esas insuficiencias también son parte del folclor de La Chingada.
Paz decía que La Chingada tiene muchos sentimientos. Y éste es el mío.
Bienvenidos.