miércoles, 8 de febrero de 2012

Conciencia

Que las cuatro estaciones del año: frío, calor, lluvia y viento, se presenten cualquier día del año no es común ni coincidencia, ni mucho menos ocurrencia o capricho de la naturaleza, por el contrario, se debe a la insoportable inconciencia del mortal ser humano, encargado de la depredación de su entorno.  Ayer cuando iba rumbo a mi hogar, por la ventanilla del colectivo observaba a una dama que iba en el asiento del copiloto de un auto particular, que atentamente miraba unos documentos que sostenía en sus manos, a la vez que con desesperación inhalaba el humo de un Marlboro que estaba en estado de agonía y aun así insistía en aspirarlo, para posteriormente arrojar lo que quedaba de él por su ventanilla casi a la altura de mi rostro, con un gesto de indiferencia.

Enseguida traté de encontrar algo más importante y significativo que el medio ambiente, como para tener esa indiferencia ante él. Mi búsqueda fue frustrante pues al tratar de encontrar repuesta, recordé que unos días antes, al caminar por las librerías de viejo en Donceles, otro copiloto de una camioneta Hummer había lanzado también una colilla de cigarro por el quemacocos. Pensé en inmortalizar la imagen, pero no había cómo, salvo con mi memoria.

Desde hace un tiempo vengo leyendo, pero sobre todo observando nuestra insoportable inconciencia para seguir arrojando diferentes objetos a la vía pública, comprar agua embotellada cuando podríamos rellenar un recipiente diariamente en nuestro hogar y cargarlo a nuestro lugar de trabajo, o la pereza para separar los residuos orgánicos e inorgánicos, entre muchas otras pequeñeces que harían la diferencia para paliar la sequía que hoy se vive en el norte del país, principalmente para nuestros hermanos tarahumaras de Chihuahua, que durante años han sido marginados y relejados al sector del olvido, salvo la agonía que hoy los sacó a flote en televisión.

Referente al tema recuerdo una obra que me intriga y que no he podido conseguir ni leer, creo porque no le he dedicado el tiempo suficiente, es: El hombre que plantaba árboles, de José Gaos. Hasta donde tengo entendido, se trata de la historia de un hombre que después de la segunda guerra mundial dedicó su vida a sembrar árboles en una zona que había sido devastada por los bombardeos enemigos, hasta que consiguió ver reflejado su trabajo en un hermoso bosque; que a la postre, seguramente, las nuevas generaciones olvidaron y volvieron a devastar, como ahora sucede con los pequeños espacios verdes que nos cobijan en la infraestructurosa capital de México.
De acuerdo al panorama no muy alentador para el futuro,  tuvimos que haber empezado desde hace mucho a tomarnos muy en serio el cuidado   del medio ambiente, empezando por el almacenamiento y reciclaje del agua, el ahorro de la energía eléctrica y, sobre todo, la fomentación de valores y principios a las nuevas generaciones, como un grupo de jóvenes lo piensa hacer en una Expo Conciencia a mediados del próximo mes en la zona del Ajusco; de lo cual estaremos hablando con mayor detalle para el próximo filo. Mientras tanto, a concientizar y reciclar.

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