miércoles, 7 de marzo de 2012

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Ausentado un poco de la cuestión literaria -pero no de la tertulia familiar-, debido a asuntos laborales no muy distantes a la poesía y filosofía,  he dejado de publicar ocasionalmente mis frustraciones y complejos que en el presente año había prometido liberar con más enjundia y ahínco que el anterior; sin embargo, la última estadística respeto a la cuestión profesional educativa me otorga la razón, al señalar que la obtención de un título profesional o alguna otra especialidad educativa como maestría o doctorado, no garantiza un empleo digno y formal como la ocasión lo amerita, por el contrario, en la situación crítica en la que está sumido el país, provoca el desinterés de las empresas en los profesionales debido a la remuneración salarial que tendrían que otorgar por el grado de especialidad, y, hay que buscar su propia fuente de ingresos para explotar los recursos intelectuales que los docentes nos van heredando, al menos, para salir a flote de la embarc(N)ación que los políticos llevan a la deriva.
A pesar de lo anterior, no he pensado en desertar a la crítica social-política que tanto me ayuda a ser menos infeliz en el sistema de abusos y corruptelas que permanentemente impera en nuestra baleada Nación, y que ahora Calderón presume como prospera y desarrollada en la reunión del G-20, que se llevó a cabo en las paradisiacas playas de Los Cabos, con cargo a nuestros impuestos respecto a la placentera estancia de varios mandatarios de diferentes naciones, que sí pueden presumirse como desarrolladas.
En realidad, el panorama para las venideras generaciones no luce muy prospero, pues muy pronto nos enteraremos que miles de jóvenes no tendrán una  opción educativa para desarrollarse profesionalmente, debido a que las escasas universidades publicas sólo tiene alojamiento para menos del 30 por ciento de la demanda publica universitaria, no obstante que hace unos días en Davos, Suiza, en una entrevista con Lionel Baber, de The Financial Times de Londres, Calderón presumió  la construcción de 100 universidades y mil preparatorias públicas en lo que va de su administración,  lo que cada año genera 100 mil ingenieros, por arriba de lo que ofrece Alemania, Brasil y Canadá, según quien prometió ser el “presidente” del empleo, aunque la realidad diste mucho de sus palabrotas.  Por ejemplo, hace unos días converse con la mamá de un primo que radica en el interior de la República y que hace algunos años obtuvo el  título en ingeniero mecánico, empero, su situación laboral-económica se ha visto mermada en los últimos años, ya que después de trabajar en una ensambladora automotriz en Ciudad Juárez, tuvo que regresar a su estado natal debido a la emigración de empresas por la violencia que se vive en el país, y ahora tiene que trabajar largar jornadas laborales para obtener un salario que no estaba en sus perspectivas salariales; con la firme intención que en cuanto se ofrezca la oportunidad, se larga al extranjero.
Embarcado en una obra de Humberto Eco, que me genera  gran entusiasmo y pasión, no puedo dejar de valorar a la memoria como nuestro gran baluarte, ya que con ella o sin ella, el único camino es reencontrarnos para seguir construyendo la senda  de nuestro destino, como  lo hace Yambo en la memoria de Eco.

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