
Ahora
con oro olímpico en el deporte más popular en nuestra tierra, funcionarios y
personajes públicos exhortan a la fomentación del deporte, con el: sí se puede;
sin embargo, la realidad para la millonaria población que ni siquiera logra
tener acceso a la educación pública superior, dista mucho de la propaganda vil,
pues, empíricamente, para poder practicar un deporte no muy exótico como es la
natación, hay que pagar cuotas mensuales similares a las del salario mínimo; en
su defecto, esperar meses y malos tratos para poder obtener un lugar en los
escasos y deteriorados espacios públicos que brindan el servicio. En el asunto
del fucho, la realidad tampoco es
como la pintan, pues a pesar que se puede practicar en cualquier condición
ambiental y terrenal, lograr chutar al Dios esférico (como lo ha bautizado Juan
Villoro) en las grandes ligas, también es casi imposible si no se está dispuesto
a pagar cuotas mensuales de los pequeños hasta su adolescencia, sin ninguna
garantía de éxito en pequeños y sinceros clubes que advierten solo del posible éxito de
uno de sus pupilos.
En
el contexto del párrafo anterior, recuerdo el caso de un conocido, que por un
corto tiempo jugó con el Atlante en el circuito profesional, desafortunadamente
fue relegado a una liga inferior; posteriormente se lesionó y, creo que su
éxito no ha sido el mejor, como su madre se lo vaticinaba al recalcarle que
estudiara otra profesión, pues la que había elegido tenías más desventajas que
otras: la edad y las lesiones, o, tener que ser un buen administrador u obtener
una medalla olímpica, por lo menos para tener la garantía de una pensión vitalicia,
como la de 13 mil varos que
mensualmente se han ganado los 18 seleccionados mexicanos de fucho.
Recordatario:
Hace
poco leía que en EU, gobiernos de Medio Oriente reclutaban a estudiantes
talento, principalmente mexicanos, para graduarlos en universidades públicas al
nivel educativo de Harvard, con la condición de llevarlos a su país para
ofrecerles garantías que no encuentran en los suyos; por ello creo que, al menos en
nuestra tierra: No todo lo que brilla es oro.
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