miércoles, 9 de febrero de 2011

La moda de la bicicleta

En tiempos de crisis es cuando la baica se pone en boga. Lo pienso así por la extraordinaria historia que leí de Luigi Bartolini, en El Ladrón de bicicletas, escrita al término de la Segunda Guerra Mundial. Cuenta que después de los bombardeos en Italia, la ciudad quedó devasta con barricadas de escombros por doquier, lo que hacía casi imposible la movilidad motorizada. Entonces, la bicicleta se convirtió en un artículo de primera necesidad, principalmente para el traslado entre distancias largas y, su valor se inflo como la espuma, al igual que el robo de ellas. La novela de Luigi es una narración del esfuerzo y dedicación por la recuperación de su bicicleta que le fue hurtada a las afueras de una tienda donde se disponía a comprar brillo para su calzado.

¡vagabundo!
En México, la historia más emblemática de la baica, también la encontramos previo a la crisis social más aguda para el sector estudiantil, que épicamente narró la recién premiada en España Elena Poniatowska en La Noche de Tlatelolco, pues por ahí del año 67, Windsor México fabricó la Vagabundo, en respuesta al éxito de ventas en los Estados Unidos, de la Raleigh Chopper Inglesa. Nuestros padres podrían ilustrarnos mejor las experiencias a bordo de la rodada 20 atrás y 16 adelante, freno de contrapedal, asiento tipo banana y manubrio chopper, que hoy se cotiza cada vez más por los aficionados y coleccionistas de bicicletas.

Hoy la bici busca reivindicar el papel de las grandes urbes del mundo, rescatando espacios públicos de movilidad ciclista y peatonal, para hacer menos dependiente el uso del automóvil, como lo muestran arquitectos de diferentes países en una exhibición futurista montada en el museo Franz Meyer.

Lo más contemporáneo en la metrópolis.

Con el apelativo de reducir las emisiones de dióxido de carbono al medio ambiente, los encargados de jinetear los impuestos de la capital, se promueven con el paradisiaco uso de la baica en las deterioradas, inconclusas e inexistentes ciclovías, no obstante de que sus residencias cuenten con los tradicionales o avanzados sistemas de calefacción y por lo menos dos o tres vehículos antihíbridos aparcados en su garaje; uno pa la mujer, otro pa los juniors, alguno más pa los mandados y el deportivo de ocho cilindros de su uso personal.

Las más de mil biclas que el Gobierno tiene parqueadas en los puntos fresas de la ciudad son un buen intento para paliar el caso vehicular, sin embargo, algunos de los peros son; primera, su uso tiene un costo con cargo a la chingada tarjeta de crédito; segunda, la posesión no debe ser mayor a 30 minutos; tercera, debes buscar otro punto de parqueo digital para devolverla; cuarta, cuidado al rodar sobre zonas peligrosas pues te la pueden volar, aunque el caso según sólo se ha presentado en una ocasión y fue por el descuido de un usuario que la dejo mal colocada en la estructura metálica-digital; quinta, sexta…

Lo positivo en la materia es que el hurto de biclas en el DF aún no entra en la estadística delincuencial, como en la ciudad de Amsterdam, donde he leído que el robo de baicas es mayor al de autos.

Por experiencia personal, sugiero que las autoridades en lugar de colocar más puntos de renta, coloquen estacionamientos públicos de baicas, para que ahí se puedan asegurar con su respectivo lazo o cadena, y en la medida de los posible se reduzcan las malas experiencias, como la de un servidor, que cuando hace algunos años se fue a echar un juego de Street Fighter, al salir del establecimiento, ya no estaba su Bimex rodada 20.

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