miércoles, 30 de noviembre de 2011

Credibilidad de La Jornada

Llevo más de un lustro leyendo casi diariamente La Jornada impresa, entre otros diarios digitales de circulación nacional e internacional. Cuando cursaba mis estudios profesionales compraba diariamente el Milenio porque en la escuela lo vendían a dos pesos, mientras que La Crónica era de cooperación voluntaria. No sé si la estrategia era de persuasión o un incentivo intelectual, pero funcionó, pues a raíz de la oferta periodística en la school descubrí mi afición por el trabajo de los caricaturistas. Cuando afloraba la desidia o el tiempo era escaso para repasar el Milenio, bastaba con observa y leer los cartones de El país del nunca  jabas, y Rapé, respectivamente, para animar, salvar y atenuar la tarde laboral. Recién egresado de la universidad, por costumbre –creo- seguía comprando Milenio; sin embargo, dejé de hacerlo en víspera de la contienda presidencial del 2006, debido a la parcialidad columnistica-política del diario, con excepciones de Arreola y Jairo, y seguro alguno más.

El fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) la semana pasada en contra del diario La Jornada, al absolver del delito de daño moral a la revista Letras Libres, es un indicio que no sólo las trasnacionales se han apoderado del mercado nacional, sino también de la autoridad nacional. Luis Hernández Navarro, analista de La Jornada, en su artículo Enrique Krauze y la reconquista española, hace más evidente la difamación del director de Letras Libres -quien también es empleado de Televisa-, al señalar que el historiador sirve a intereses de poder en España, principalmente al servicio del ex presidente José María Aznar, quien apoyo la invasión a Irak; así como a empresarios de BBVA, que han sido evidenciados por el lingüista mexicano Luis Fernando Lara en la intervención del alfabeto español en la REA a fin de favorecer a su institución bancaria.

Luis Hernández Navarro reconoce que la inversión de los españoles en nuestro país es favorable, seguramente por las corruptela y favoritismo que impera en la política nacional, pues recordemos que hace unos meses, la constructora española OHL, encargada de la construcción del segundo piso en el Periférico, no recibió ninguna sanción ejemplar al dejar caer una ballena de concreto, bueno, fueron dos, al paso de los vehículos, con saldo afortunado de personas ilesas. Sólo se le aplicó una multa insignificante al nivel de ingresos que percibe.
La SCJN determinó que las difamaciones que acusan a La Jornada de cómplice del grupo terrorista Eta, no constituyen un delito, ya que ésta puede refutar en sus páginas la acusación de Letras Libres, que carece de pruebas, lo que acabaría como una réplica de un programa de chismes al estilo Televisa o Tv Azteca, y que seguramente podría proponerse como moderadora a Paty Chapoy o Laura Bozzo. Profesionalmente La Jornada no cedió al juego de Letras Libres, pues sería muy mediocre verla en un chisme de lavadero, como un profesor llamaba a la difamación sin sustento; así lo hizo Letras Libres con La Jornada.  
La decisión de la SCJN no influye ni un ápice en la credibilidad y profesionalismo de La Jornada, por el contrario, demuestra el servicio de las instituciones públicas al  mejor po$tor, como ha sucedió en innumerables ejemplos donde la justicia impera a donde estén más cargadas las apuesta$.
Seguiré leyendo La Jornada por la razones crédulas con que concluyó su editorial del pasado 24, donde rechaza participar en las nuevas reglas del juego (periodístico) que avaló la SCJN. Remató: “Sin renunicar al ejercicio de la crítica, se mantendrá apegada a los principios y valores que le dieron origen y que obligan a un ejercicio responsable y ético de la libertad de expresión”.

El periodismo que no es crítico, no tiene razón de ser. Los lazos entre el hombre y la cultura deben darse directamente, sin distinciones ni instituciones, advertía el filósofo francés Jean Paul Sartre, al rechazar el premio Nobel de literatura en 1964.

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