miércoles, 27 de julio de 2011

Razones para suicidarse

Me pregunto cuál ha de haber sido el último razonamiento de la persona que ayer poco antes de la hora de comida se arrojó al paso del Metro en la estación Candelaria, lo que provocó que los usuarios del colectivo fuéramos advertidos que la demora del servicio se llevaría más de 30 minutos. En seguida un alud de personas comenzó a abandonar el subterráneo para continuar con sus respectivos destinos, pero antes teníamos que dar una vueltecita de carrusel para alcanzar la salida y poder librar el enorme torniquete que gira horizontalmente sobre su mismo eje.

Cuando la mayoría trataba de tomar la delantera para ser los primeros en salir, opte por seguir recargado en la puerta del transporte naranja, para terminar de leer un artículo que versaba sobre las bondades del socialismo chino y la voracidad del capitalismo nacional, sin la certeza, hasta ese momento, del v@liente que detuvo a la bestia naranja.

Cuando los pasillos y salida se veían libres, decidí abandonar el inframundo del Metro, para caminar por avenida Chapultepec, pensando en las posible razones de los suicidas que se arrojan al paso de la bestia subterránea, sin embargo, cuando asociaba la muerte voluntaria con la pobreza, la desesperación, el fracaso, la decepción, la falta de empleo, entre otras penurias, no pude concebir una decisión tan extrema para privarse de la vida, hasta que hice algunas tomas fotográficas que congelaban instantes que muchas de las veces pasamos desapercibidos, pero que siempre están ahí y nunca atendemos hasta que el éxtasis cerebral llega a su extremo; como cuáles, no sé, pero posiblemente: tomarse las cosas con mucha seriedad, creerse muy listos, cubrirse de la lluvia cuando ésta nos quiere cobijar, o, perderse en el futuro cuando éste está en cada instante del presente, como lo refiere un poema que gentilmente en un instante uno de mis brothers me hizo llegar, y que oficialmente se le atribuye a Borges (Instantes).

Involuntariamente, después de haber retratado mejores escenarios para arrojarse al vacío, arribe al hogar de mi madre, quien, con esa sabiduría y certeza de la que sola ella es propia, me confirmó la noticia del suicida del Metro, intuyendo implícitamente las razones de la “terrible” decisión, y, propinándome la obligada cátedra terrenal, en esta ocasión, sobre la materia de humildad.

Después de deliberar en varias ocasiones con la lectura de Instantes, creo que lo único cierto en torno al suicidio, es haber cumplido los 85 y no haber aplicado la filosofía de la epopeya de Borges.

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