miércoles, 20 de abril de 2011

El libro

Mi primer alucín con los libros fue con el náufrago Robinson Crusoe en una isla de América, donde pasó 28 años de su vida, sorteando las complejidades del mundo natural, con el conocimiento del hombre moderno. Recuerdo que esa tarde me fue imposible salir a jugar la cascarita, porque no podía dejar inconcluso el viaje en el que estaba, hasta que encontrara la salida del laberinto de letras en el que me había metido; de lo contrario, podría ser devorado por uno de los caníbales que merodeaban las páginas, o, ser amigo del que Robinson domesticaba, y al cual bautizó como Viernes, por ser el día que lo “capturó”. Para mi fortuna, enseguida tuve la suerte de topar con el Náufrago de García Márquez, obra que nuevamente me volvió a poner a la deriva en medio del océano, con resultado, otra vez, avante. Las siguientes (libros) experiencias han sido infinitas y reconfortantes, pues en cada una de ellas, la terapia se vuelve cada vez más sublime, sin necesidad de estar reposando en algún diván, asistido por un “experto”.

El preámbulo del presente, se debe a la celebración del día del Libro el próximo 23 de abril, desde que la UNESCO decidió dedicarle un día a partir de 1995. La fecha de conmemoración fue elegida porque un día como éste, de manera coincidente, murieron dos de los grandes intérpretes de la literatura del mundo de habla hispana e inglesa: Cervantes y Shakespeare.

Cómo poder ignorar y no recordar la gran obra de Don Quijote de la Mancha, sobre todo –en mi caso- el capítulo VI de la primera parte, donde el cura ordena al barbero, en presencia de la sobrina y ama de Don Quijote, la quema de los libros de caballería del ingenioso Hidalgo, por parecerle de una “secta mala” que le han causado un mal de loquera; en su defecto, el capítulo VIII que describe la famosa imagen de los “monstruosos” molinos de viento, a los que se enfrenta, el también conocido como, Caballero de la sombra. Las pericias de Sancho Pansa, con la toma de su ínsula, narradas en el capítulo XLV de la segunda parte de la obra, también son de gran deleite. Y, ni qué decir de las infelicidades que acontecen al caballero Don Quijote en la búsqueda de su amada Dulcinea.

Orgullosamente, en la capital los festejos iniciaron desde la semana pasada en la explanada del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), en la UNAM, con la Fiesta del Libro y la Rosa, coordinada por el dramaturgo mexicano Sealtiel Alatriste (http://www.sealtielalatriste.com/). En tanto, el viernes anterior, en la explanada del Palacio de Bellas Artes, se llevó acabó, entre rudos y técnicos, una lucha de gladiadores de las letras sobre un ring que se instaló, donde El Hijo del Santo, en lugar de aventarse patadas y lances espectaculares, aplicó dos que tres lecturas de cuento y poesía al luchador Literato, procedente de Colima, quien respondió con el mismo método.

Un día después de la lucha literata en Bellas Artes, en uno de los recintos más importantes de la capital, que es el Auditorio Nacional, el concierto más largo de su historia arrancó entre el cortejo de poesía y literatura, con cajas musicales de aspecto rectangular, en espera de ser acogidas para brindar el mejor de los susurros a sus lectores. La fiesta del festejado, que es el día 23, concluirá con el recalentado del siguiente día, domingo 24, con ofertas que se anuncian para su compra, desde cinco baros (la crónica fotográfica al respecto va pal día de la fiesta, sábado 23).

Por cierto, ayer, el inspirador del título para el presente blog (la-chingada), nuestro Nobel en letras, Octavio Paz, cumplió su aniversario luctuoso número 13, con diversos festejos en la capital. Otra de sus obras poéticas que son materia de inspiración para un servidor es: Árbol adentro

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho: Don Quijote de la Mancha.

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