miércoles, 27 de abril de 2011

Anestesia social

Mi última visita al dentista, traté de hacerla menos tormentosa que muchas otras, buscando empatía con el odontólogo, contraponiendo el brillo de sus canas con su época estudiantil, a fin que deslizará sutilmente el maldito taladro sobre mi endeble dentadura, que al unísono (tttrrrrrr) me provoca aspavientos telúricos, por el recuerdo de pasadas torturas en el diván que hasta ahora consideraba no apto para la reflexión. Mientras el doc preparaba el segundo piquete de anestesia, mis nervios disminuyeron cuando confeso que era egresado de la última generación “positiva” de la FES Zaragoza de la UNAM.

Su cabellera blanca y el uso de su adjetivo (“positivo”) me remitieron a la conmemoración 50 de la victoria socialista en Cuba de 1959, comandada por el rebelde Fidel Castro, y celebrada la semana pasada con la reunión del sexto congreso del Partido Comunista, donde el comandante en turno, Raúl Castro, anunció la inyección de sangre nueva a la primera línea de mando, para seguir impidiendo el regreso del régimen capitalista, empero, la reunión concluyó con la misma línea de dirigencia, que hace medio siglo combatió la tiranía de Fulgencio Batista, respaldada por el “imperio yanqui”, y la renuncia al cargo público más sobresaliente del siglo XXI, de la generación positiva de América Latina, la del comandante, Fidel Castro.

En el contexto del festejo por la victoria en Playa Girón, no puedo dejar de citar la obra del periodista Gregorio Ortega, titulada La Coletilla (añadido breve que se suma a lo escrito o hablado), en la cual narra la heroica batalla del periodismo independiente en Cuba, que se libró en los primeros años del triunfo revolucionario, contra el difamatorio e insidioso sistema informativo de los Estados Unidos, en contra de la rebelde causa cubana, donde Radio Progreso medio la comunicación con emisoras guerrilleras que deseaban difundir sus mensajes. El estado de opinión que a finales del 59 conformaría La Coletilla, consistía en la refutación aclaratoria a los cables extranjeros y editoriales, divulgados por medios reaccionarios, que fueron impuestas a dueños y titulares del gremio periodístico en Cuba por los EU. El Comandante en Jefe de ese entonces, Fidel Castro, sentenciaba: para responder a todo esto es necesario que la voz del pueblo se haga sentir a través de nuestra gente (…) Nosotros no tenemos la bomba atómica, pero la razón y la justicia están de nuestra parte.

Para demostrar que no siempre se predica con el ejemplo, y, poder tener argumentos en mi próxima visita al odontólogo sobre la reflexión y conciencia de las nuevas generaciones, tome los dos ejemplos siguientes: En el arranque de semana, el Bucareli de Jacobo Zabludovsky, reseñó una entrevista que mantuvo con Octavio Paz en el 71, cuando era soldado fiel de Televisa y el PRI, a quienes fungía como desinformador social y enemigo de los opositores del gobierno; característica que llevo el sello por 30 años de su noticiero nocturno 24 horas. En la primera línea de su columna destaca la advertencia del premio Nobel: El pensamiento es crítico: Paz. En el cuarto párrafo cita otro argumento del poeta: Los escritores que quieren ser útiles, su verdadero gesto debe ser fuera del Estado… no soy partidario de que los intelectuales formen parte de partidos políticos, pero deben tener opiniones y convicciones políticas, sin poner su pensamiento a las necesidades del momento. El periodista Zabludovsky concluye su texto, tratando de disfrazar su pesimismo intelectual, de la siguiente manera: … en aquel entonces era difícil ejercer la crítica. Hoy no la práctica el que no quiere, no puede o no le conviene.

Otro con un pasado obscuro, después de unas elecciones truculentas que le permitieron un enriquecimiento inexplicable, la sospecha implicación en el asesinato de un candidato presidencial, la muerte de uno de sus hermanos y el encarcelamiento de otro más, su exilio por varios años, redactado con gran tino por el periodista Granados Chapa en su libro ¡Escuche, Carlos Salinas!, es quien hoy alienta en medios de comunicación, a la crítica y organización social, además, de desenmascarar al gremio periodístico que hoy trata de denostarlo, y que en su momento contribuyo en su Camín-o, con su “intelecto positivo”. http://www.milenio.com/node/703225

No cabe duda del rigor profesional “positivo” de las generaciones “clásicas”, sin embargo, existen vergonzosas excepciones, que las nuevas generaciones deben denunciar.

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