miércoles, 15 de junio de 2011

Monsiváis, el 85 y más

*Mamá
*Plácido Domingo
*Monchito
  • El próximo domingo se cumple el primer aniversario luctuoso de Monsiváis
  • En memoria, terminé de leer sus crónicas del terremoto de 1985
Debido a que mis recuerdos sobre el temblor sólo se remontan a mi trayecto rumbo al kínder, de la mano de mi abuela (en paz descanse), sin mayores consecuencias que el derrumbe de una barda de ladrillos sobrepuestos en la casa de la esquina, trataré de contar otras de las muchas historias que sólo permanecen en la memoria de quienes las vivieron. No obstante, que la semana que dediqué a la lectura de las crónicas del terremoto del 85, de Carlos Monsiváis, me hicieron vivir en carne propia los sentimientos que la naturaleza propinó a los miles de hermanos mexicanos la mañana de aquel 19 de septiembre.

Dios mío, cuida a mis hijos

Mi madre cuenta que ese día se encontraba haciendo sus actividades laborales al filo de las siete de la mañana en el último piso de un edificio público, cuando sintió que se mareaba; sin embargo, intempestivamente los objetos, como escritorios, comenzaron a moverse de un lado para otro.

-Me quedé parada donde estaba, mientras el edificio se tambaleaba, como si tuviera vida. Fue el momento que el casete de los seres queridos empezó a reproducirse en mi mente. En lo único que pensaba era en mis hijos, pidiendo a Dios que los cuidara, pues creía que de un momento a otro el inmueble colapsaría. Dios mío, te encargo cuides mucho de mis hijos, repetía una y otra vez, mientras mis compañeras, arrodilladas sollozaban e imploraban al supremo para que su realidad no se convirtiera en catástrofe. De repente, el edificio se quedó de lado y dejó de moverse, entonces comencé a descender más de diez pisos por las escaleras hasta llegar a la calle. No recuerdo cómo le hice, pero aborde un taxi que no me cobró y que me llevó hasta la zona de La Merced, porque las barricadas de concreto le impedían seguir el camino. Dejando atrás el intenso polvo que presagiaba la dimensión de la tragedia, aborde un micro que me permitió continuar hasta mi hogar.

Al preguntar a mamá su reacción al llegar a casa y reunirse con sus peques, responde no acordarse del evento. Pero no dudo que los haya abrazado y llorado junto a ellos, con enorme alegría.

El más chaparro de mis tíos -como de 1.50 metros- refiere que ese día se encontraba dando mantenimiento al techo de un edificio, ubicado por Fray Servando y calzada de Tlalpan, cuando, perplejo, comenzó a observa cómo el edificio de enfrente se unía al que él se encontraba y volvía a regresar a su posición habitual. “En un momento pensé en saltar al otro edificio, ante la desesperación, pero no me atreví. De haberlo hecho, no la contaría, porque el edificio de enfrente se cayó”, recuerda sonriente.

“El ruido me despertó. Salí y me di cuenta que el condominio de enfrente había dejado de existir, y solo se veía una enorme nube de polvo”, en la zona de la Narvarte, a un costado de donde ahora pasa el Metrobús, cuenta el hermano menor de mi mamá.

La pregunta de Jacobo

De las anécdotas que aparecen en No sin nosotros. Los días del terremoto, de Carlos Monsiváis, rescato el arribo (3 días después del temblor) de Plácido Domingo a la zona de Tlatelolco, donde cayó el edificio en que vivían sus tíos y primos con los que creció de niño, Nuevo León, amenazando hacer uso de su imagen pública para solicitar ayuda internacional a fin de rescatar los cuerpos de sus parientes e impedir el trabajo de maquinaria pesada, ante la presencia de reporteros nacionales e internacionales. Cuenta Monsiváis que Jacobo Zabludovsky abordo al tenor para preguntarle: ¿No teme que el polvo le arruine la voz? “Me importa que los cuerpos se rescaten con dignidad”, respondió el artista.

Cada aniversario, J. Zabludovsky, se vanagloria de su transmisión en tiempo real que hizo desde su teléfono móvil instalado en su flamante Mercedes Benz, pero nunca habla de su preocupación por la voz del tenor Plácido Domingo.  

Re$caten a Monchito

Casi un mes después del sismo, para ser exacto el 2 de octubre, en la calle de Venustiano Carranza, en la zona de Tepito, el sueño de un padre movilizó al ejército nacional, policías de la ciudad, equipos de emergencia y medios de comunicación nacional e internacional, argumentando que su hijo estaba vivo debajo del derrumbe de vecindades y de una empresa de telas, sobreviviendo sólo del líquido de una fuga de agua. Lo sabía gracias a un presentimiento que no lo dejaba conciliar el sueño, por lo que imploraba que removieran los escombros para sacar a Monchito.

Las maniobras de rescate no se hicieron esperar por órdenes del presidente Miguel de la Madrid. El doctor de los servicios médicos del DDF refirió que el corazón del menor latía con dificultad y que aún estaba con vida.

Todos querían ganar pantalla, como hacen los políticos cuando quieren llevarse el crédito de una función que es su obligación y que por negligencia se ocasionó.

Empero -sigue Monsiváis-, siete días después de la remoción de escombros a mano limpia, se localizó el cuerpo de un sexagenario, y un día después se llegó al cuarto donde se presumía estaba el menor, hallándose únicamente una caja con más de 10 millones de pesos, reclamada por la familia de Monchito.

Reflexión

Sin duda, Carlos Monsiváis, es un referente para la historia del México actual, pues en cada uno de sus libros se descubren las entrañas de su ciudad de México y el contexto político que envuelve a la nación.

A 26 años del sismo que más muertes ha dejado en nuestro país, contabilizadas en más de 20 mil, muchas de las viviendas que fueron dañadas aún siguen siendo habitadas, y los programas de prevención siguen siendo escasos para la ciudad más grande y poblada del mundo.

Descanse en paz, Carlos Pascual Aceves Monsiváis. 

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