miércoles, 31 de agosto de 2011

Tiempo de guerra sin Blancornelas

Cómo entender la barbarie del narco en contra de la población civil, y las escaramuzas y complicidades de los políticos, sin el análisis contundente del gran periodista Jesús Blancornelas, quien en el 97 sobrevivió a un atentado del cártel de Tijuana, encabezado por los hermanos Arellano Félix; posteriormente, 10 años después, a los 70 años murió por enfermedad. Desde el inicio de su carrera, Blancornelas tenía claro su objetivo como periodista en su tierra natal, Tijuana-Baja California, que era desmembrar por medio de su crítica, el cáncer que en algún momento sabía que sería casi imposible controlar en el país, como sucede en la actualidad con el narcotráfico, que causa muerte, terror y pánico en toda la República, como el que recientemente le tocó vivir a Torreón y Monterrey, respectivamente.

Las dos semanas de terror que recientemente se han vivo en diferentes estados de nuestro país; paradójico, las dos en centros de diversión: un estadio y un centro de juegos, traté de comprenderlas un poco más, con análisis como los que destilaba Blancornelas en sus diarios ABC y Zeta, revelando nombres de empresarios y políticos que favorecían las truculencias del crimen organizado; sin embargo, las extensas lecturas que realice por el internet de diferentes analistas, en su mayoría solo condenaban enérgicamente los atroces hechos, como lo han venido haciendo diferentes representantes políticos de cada escenario, adjudicando la responsabilidad a lo que han tolerado desde hace años: la impunidad, la corrupción, el influyentismo, el narco, entre otros males.

Hace uno días, en el contexto de la tragedia del casino Royale, en Nuevo León-Monterrey, se nos recordó que la administración de Vicente Fox reabrió los casinos, que en su momento el general Lázaro Cárdenas había prohibido, por la sospecha del lavado de dinero en eses centros de apuesta. Empero, cuando era cierre de administración de Fox y, en vísperas de la campaña presidencial, el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, otorgó más de 150 permisos a discreción a empresas que habrían de brindarle apoyo para su candidatura presidencial, como fue el caso de Televisa, quien, paradójicamente, hace dos días hizo una cobertura especial desde Monterrey, a fin de mostrar su consternación y preocupación, seguramente por la posible pérdida de capital, y no por la pérdida de vidas humanas.

Mientras Calderón decreto tres días de luto nacional por las últimas víctimas de su guerra, en el transcurso de su sexenio se triplicaron los permisos para la operación de más centros de apuesta, favoreciendo –por supuesto- a la clase política-empresaria, que opera bajo el amparo de la bandera de impunidad de la aristocracia.

En realidad que se extrañan los análisis del fallecido Jesús Blancornelas, sobre todo, después de recordar la crónica sobre el atentado en su contra, y releer su obra de los andamiajes políticos en México, titulada, Biebrick, crónica de una infamia, donde detalla la maniobra política de Porfirio Muñoz Ledo, en ese entonces jefe del PRI -ahora militante del PT-, bajo las órdenes del presidente Luis Echeverria, para desarticular, junto con otros compinches de alto rango, el destacado desempeño del joven político sonorense, Carlos Armando Biebrich, que en ese tiempo, 1975, gobernaba eficazmente el estado de Sonora, y era el personaje consentido de Luis Echeverría. Sin embargo, tras un complot entre secretarios de estado y Muñoz Ledo, Echeverrey posteriormente apagaría a Biebrich, como se hace con la colilla de un cigarro: si no se apaga apachurrándola en el cenicero, se tira al suelo y se remolinea con la suela del zapato, ya no para apagarlo, sino para destrozarlo, según palabras del propio Blancornelas.

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